Por las mañanas, acostumbraba combatir el frío intenso preparando un poco de té. Vladimir sentía la presencia de Lilí a pesar de los días tristes en que ninguno de los dos sabía nada del otro. Cada detalle y cada recuerdo se instalaban en su memoria que necesitaba sentirla cerca. Quizá por eso las tardes se le hacían eternas esperando que se adentrara la noche con su influjo encantador que despierta los sentidos.
De pronto, Vladimir podía sentir a su amada bañada por la luz clara de la luna mientras la acomodaba en la cama. Luego, tan sólo se perdía en la delicia de su boca, saboreando ese momento, como preludio al clímax conseguido. En su goce acudía el deseo presuroso de hacerla suya, de mirarla con sus ojos obstinados que ansiaban contemplar la dicha otorgada en ambos.
Vladimir deslizaba entonces las manos para quitarle la ropa y dejarla al descubierto, sin más escapatoria ni trinchera para huir de su ardiente deseo. En la noche sólo quedaban los rastros de la madrugada cuando Vladimir pronunció su nombre mientras besaba las palmas de sus manos. Lilí, sin poder evitar que se escucharan sus leves suspiros, evidenciaba la forma en que era complacida. En medio de las sábanas alborotadas de la cama, sus cuerpos palpitantes eran presa del mismo deseo que en salvajes oleadas, se incrementaba.
De pronto, Vladimir podía sentir a su amada bañada por la luz clara de la luna mientras la acomodaba en la cama. Luego, tan sólo se perdía en la delicia de su boca, saboreando ese momento, como preludio al clímax conseguido. En su goce acudía el deseo presuroso de hacerla suya, de mirarla con sus ojos obstinados que ansiaban contemplar la dicha otorgada en ambos.
Vladimir deslizaba entonces las manos para quitarle la ropa y dejarla al descubierto, sin más escapatoria ni trinchera para huir de su ardiente deseo. En la noche sólo quedaban los rastros de la madrugada cuando Vladimir pronunció su nombre mientras besaba las palmas de sus manos. Lilí, sin poder evitar que se escucharan sus leves suspiros, evidenciaba la forma en que era complacida. En medio de las sábanas alborotadas de la cama, sus cuerpos palpitantes eran presa del mismo deseo que en salvajes oleadas, se incrementaba.
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