domingo, abril 22, 2007

GRACIAS AL GRAN AMOR


Después de todo lo que ocurrió aquella noche, Lilí buscó a Vladimir entre los pliegues de sus frías sábanas, pero sólo pudo sentir el rostro indiferente y vacío del tiempo, en aquellas cuatro paredes que delimitaban su rotunda soledad.

Recordaba que las noches se inundaban de paz cuando se encontraba Vladimir a su lado, susurrándole al oído cuánto la quería, sin preguntarse a dónde irían a parar todos sus sueños...

Retiene en medio de ese aislamiento los momentos compartidos y se da cuenta de que el amor existe cuando escucha la inconfundible risa de Vladimir o cuando acaricia la rebeldía de su cabello mientras hacen en silencio el amor.

Hay ocasiones que siente su cuerpo desnudo y al escuchar su respiración, la felicidad se hace plena como la dicha de amanecer cada nuevo día, con la convicción de sentirse bien amada a pesar de las distancias.

Ante la resignación de la imprudente partida, duele más dejarse intimidar por su ausencia; entonces una sensación desconocida hasta ese momento invade la mente de Lilí, que en el fondo necesita mirarse en los ojos de Vladimir, porque en sus ojos descubre, lo que a veces él mismo calla; pero también sabe que sólo en la intimidad de las miradas es que el mundo vuelve a girar para ambos.

Entonces un rayo de luz se filtra en sus habitaciones sombrías; Vladimir y Lilí vuelven a contemplarse sin reclamos preconcebidos, acercándose sin miedos, con un beso en los labios y con la promesa de no dejarse malheridos antes de aceptar cualquier intento de reconciliarse.

¿Pero quién dio el primer paso?, ¿quién de los dos tuvo la iniciativa? quizá lo dieron al mismo tiempo al aceptar el reto de amarse día a día…

¿Se perdonarían? Claro que sí: luego de un rato, ellos se miraron, inundando con la dulce y anhelada tregua todos sus sentidos.

Deseando que lo ocurrido fuera como un mal sueño, del que ya hubieran despertado, se pidieron disculpas al mismo tiempo, argumentando que esa nunca había sido su verdadera intención. Sin duda, podían hacer una vez más la paces, gracias al gran amor que había entre ellos.




sábado, abril 21, 2007

ANTES DE ASIMILAR EL ABANDONO


ANTES DE ASIMILAR EL ABANDONO, Vladimir aprendió en la cálida mirada de Lilí, que la poesía no necesitaba del verso; que la prosa reflejada en su piel era tan buena como los mejores sonetos para expresar los sentimientos.

Comprendió que el azote de la soledad no es ningún castigo divino ni humano. Tal vez era una suave caricia del tiempo, tal vez sólo era una pequeña escala en la dureza del camino que lo dejaba reflexionar sobre el efímero y difuso pasado inmediato; en la inestabilidad del momento presente o en el incierto y lejano futuro.

Entendió entre pausadas y rítmicas frases, muchas expresiones de la grandeza que se oculta en lo breve y en lo sencillo; en lo pequeño y en lo minúsculo: en ese gesto de Lilí con su mano cariñosa sobre la piel anhelante de Vladimir.

Por eso siguió contemplando la lluvia, el continuo tamborileo de las recias gotas sobre los vidrios. Vlad siguió mirando su continuo rocío mientras se saciaba la sed de la tierra, y creyó verla en cada gota, en cada uno de sus giros; en cada uno de sus quiebres al tocar el piso, como impulsadas por la ventisca.

Ella quedó envuelta, sencillamente, en medio de algo que nunca creyó que pudiera ocurrirle; no daba crédito a lo que habían visto sus ojos, sentido sus dedos, su piel; a nada de lo que habían escuchado sus oídos en la penumbra de la vida donde no habita la comprensión mutua.

Así, la historia de dos enamorados, se volvió la desazón del que sufre por un amor que ha perdido la fe. Inundada por una serie de esencias pretéritas, de mixturas obstinadas que acabaron con el sueño de alimentar al ave de la esperanza: único pase de entrada al paraíso perdido de los enamorados.

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