A un costado de la cama, las cortinas se abrían de par en par y afuera se daban cita los primeros indicios de la fresca primavera. Ella dormía profundamente, sin embargo, mientras era recorrida por los dedos de él buscando nuevos secretos desconocidos, su piel alcanzaba a erizarse como respuesta ante el estímulo que recibía.
Aunque Lilí había cerrado la puerta de su habitación, no le había puesto seguro, pues de algún modo esperaba que él la visitara para regalarle un beso y así sus labios volvieran a sentir esa tremenda fascinación que sólo Vladimir le podía provocar. De pronto, allí estaba él, observando el momento perfecto para acercarse y rozarla con su presencia.
La sensación de Vladimir era indescriptible y sólo cuando Lilí dejaba escapar un breve suspiro él se detenía para evitar que despertara y se abrieran sus tiernos ojos. Antes que sucediera eso y tuviera que pagar el precio de su obsesión, prefería tomar con sumo cuidado su cabello y acomodarlo entre la franca desnudez que mostraban sus hombros femeninos.
Cuando su respiración se hacía más profunda, Vladimir volvía a deslizar sus dedos apartando las sábanas hasta tocarla una vez más en medio de la penumbra, donde ella permanecía flotando como si se encontrara en otra dimensión, en un limbo de placeres oníricos que incitaban su deseo acumulado en las coordenadas cercanas a su entrepierna.
El sentido del tacto se acentuaba con cada centímetro que avanzaba antes de llegar a la brevedad de su cintura. Sumida en el cúmulo de sueños, Lilí reaccionaba inconcientemente a las yemas sigilosas que iban de arriba hacia abajo, tocando delicadamente el perfil terso de sus piernas descubiertas. Así, Vladimir acarició todo su cuerpo con ambas manos.
Al llegar el inevitable amanecer, se alcanzó a colar por la ventana abierta una llovizna ligerísima, mientras Lilí finalmente entreabría sus ojos de largas pestañas para admirar a su lado el cuerpo viviente del hombre al que amaba, postrado junto a ella en una actitud de rendición absoluta.
Aunque Lilí había cerrado la puerta de su habitación, no le había puesto seguro, pues de algún modo esperaba que él la visitara para regalarle un beso y así sus labios volvieran a sentir esa tremenda fascinación que sólo Vladimir le podía provocar. De pronto, allí estaba él, observando el momento perfecto para acercarse y rozarla con su presencia.
La sensación de Vladimir era indescriptible y sólo cuando Lilí dejaba escapar un breve suspiro él se detenía para evitar que despertara y se abrieran sus tiernos ojos. Antes que sucediera eso y tuviera que pagar el precio de su obsesión, prefería tomar con sumo cuidado su cabello y acomodarlo entre la franca desnudez que mostraban sus hombros femeninos.
Cuando su respiración se hacía más profunda, Vladimir volvía a deslizar sus dedos apartando las sábanas hasta tocarla una vez más en medio de la penumbra, donde ella permanecía flotando como si se encontrara en otra dimensión, en un limbo de placeres oníricos que incitaban su deseo acumulado en las coordenadas cercanas a su entrepierna.
El sentido del tacto se acentuaba con cada centímetro que avanzaba antes de llegar a la brevedad de su cintura. Sumida en el cúmulo de sueños, Lilí reaccionaba inconcientemente a las yemas sigilosas que iban de arriba hacia abajo, tocando delicadamente el perfil terso de sus piernas descubiertas. Así, Vladimir acarició todo su cuerpo con ambas manos.
Al llegar el inevitable amanecer, se alcanzó a colar por la ventana abierta una llovizna ligerísima, mientras Lilí finalmente entreabría sus ojos de largas pestañas para admirar a su lado el cuerpo viviente del hombre al que amaba, postrado junto a ella en una actitud de rendición absoluta.
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