lunes, enero 04, 2010

A LA LUZ DE LA LUNA



Ella le suplicó que no se detuviera. Con verdadera veneración, Vladimir la fue masajeando desde los hombros hasta cruzar con esmero hacia la espalda y siguiendo un camino descendente por la columna, llegó a la exquisita redondez de sus caderas para moldearlas como si fuera un orfebre tallando una obra de arte.


Tan pronto lo recibió con las piernas abiertas, sus labios se rozaron antes de pronunciar las palabras que encenderían en ambos un caudal de sensaciones. Espera un segundo mi vida, vamos al balcónle dijo Lilí repentinamente, cubriéndose con la sábana. Salieron de la habitación cuidando que no los descubrieran, aunque a esas horas de la madrugada era seguro que nadie podría espiarlos. Hagámoslo aquí, de pieseñaló Vladimir, pidiéndole que lo rodeara con sus brazos y se colgara con firmeza al cuello.


Amándose con movimientos acompasados, los dos se dejaron llevar por ese ímpetu desbordante en el que los latidos aumentan y en sus pupilas dilatadas vieron reflejado ese rictus inconfundible donde reside el mayor de los éxtasis. Vladimir y Lilí acoplaron sus cuerpos una y otra vez, prodigándose las mejores caricias.


A la luz de la luna, desapareció el resto del mundo mientras sus cuerpos se concentraban en una sola faena: seducirse intensamente con todos los sentidos. En ese ir y venir, Lilí sentía cómo se balanceaban sus senos de un lado a otro, produciéndole aún más placer. Vladimir la llevó a la cúspide de la pasión y explotaron en un orgasmo que les recorrió toda la piel al unísono.

–Créeme, hoy te disfruté como nunca, queridale murmuró al oído. Yo más le respondió ella esbozando una sonrisa que reflejaba satisfacción. Así regresaron a la comodidad de la cama y se recostaron de lado, con las piernas entrelazadas hasta que plácidamente, se fueron quedando dormidos sin notarlo.

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