jueves, agosto 27, 2009

SUBYUGAR A UN HOMBRE



Despertaron más tarde de lo que ambos habrían querido. Se detuvieron un momento en el umbral de su camarote, pensando en lo que harían unos segundos después. Era casi medio día, así que se vistieron con la ropa más cómoda que hallaron en su equipaje para salir a dar un paseo por los muelles del puerto. Afuera, el sol caía a plomo sobre las pieles de los demás turistas y las olas del mar se estrellaban contra las rocas.


Buscaron un lugar alejado del bullicio de los niños, donde el ambiente silencioso y tranquilo de la naturaleza les ayudara a serenarse. Aún estando cerca de las palmeras, la brisa de Marsella resultaba sumamente calurosa, sobretodo durante esa época del año. Recostados bajo una amplia sombrilla, Vladimir y Lilí alcanzaban a divisar cómo partían los barcos pesqueros rumbo al horizonte oceánico.


Aunque ella se había cepillado cuidadosamente el cabello, el viento hacía de las suyas una y otra vez hasta despeinarla. Con suma delicadeza, él acomodó sus rizos detrás de sus oídos y le despejó el rostro. Descalzos, corrieron hacia la orilla de la playa. Dejando un sendero de efímeras huellas, quedaron detrás las marcas de sus pies en la arena de la costa. Sin duda, tomar aquel crucero había sido la mejor experiencia para vacacionar.


Disfrutando el mismo atardecer, a Vladimir se le ocurrió preguntar en qué pensaba para romper ese incómodo silencio. Esa constante pregunta ponía a prueba su paciencia, pero de pronto la voz de su corazón era clara e insistente. Sentía que algo estaba naciendo en su interior. Ella lo miró con ternura, inclinando la cabeza y acercándose a él, se aferró a su cuello en un cálido abrazo.


Entonces, Lilí se atrevió a revelarle sus pensamientos. Quiero que seas el padre de mis hijosalcanzó a decir con una voz entrecortada por la emoción. Vladimir la tomó de las manos y se las llevó a los labios, besándolas en un par de ocasiones.


Tratándose de eso querida, yo no tengo ningún inconvenientele aseguró, con tal de convencerla, pues en el fondo también deseaba darle los mejores años de su existencia, compartirlos a su lado y afianzarse hasta lograr una familia.


Por la noche, bailaron juntos al compás de la música romántica en la estancia de su compartimiento. Mientras le daba el visto bueno a la cena, Lilí admiró sus modales tras degustar una exquisita langosta, acompañada de una botella de vino. Luego, se juraron fidelidad una vez más e hicieron el amor con las luces encendidas. Para ella, no existía otra forma más placentera de subyugar a un hombre.



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