domingo, septiembre 30, 2007

EXTRAÑÁNDOLA A SU LADO

Sentía que finalmente iba a claudicar. Al no tenerla cerca sólo podía soltar el recuento de palabras que delataban las huellas de su melancolía.

Escribirle era como volver hacia atrás para repetir lo sucedido más serenamente, desde un punto de vista superior, viendo con un asombro genuino los instantes que se van encadenando con el paso del tiempo.

Estaba seguro de que la vida se iba escribiendo consecutivamente en un libro cuyas hojas le servían para llenar los vacíos, rectificar los errores y también para jugar a corregir las posibilidades de la propia vida.

Recostado en su cama, Vladimir entendía penosamente que estaba solo como todos y se disponía a evocar la presencia de su adorada Lilí, pero sólo alcanzaba a suspirar hondamente antes de mirar el recuadro donde se mostraba su recóndita fotografía.

De pronto, se había fijado entre los dos un límite que se extendía sin previo aviso; como si se tratara de un muro impalpable, era una suerte de fraternidad donde se excluían las intimidades y otras personas recibían las caricias reservadas en una especie de acuerdo no pactado.

Dicen que las adversidades conforman los eslabones de todos los días, pero Vladimir le imploraba a los cielos que ahora su historia no fuera otra pequeña tragedia amorosa.

Todavía seguía amándola y la invocaba desde la distancia, en la lejanía de los cuerpos que se separan sin desearlo, pero con la cercanía insistente en la memoria que guarda intactos los momentos más bellos.

Quizá volvería a encontrarla ya entrada la noche, si el destino se lo permitía, para darle el abrazo más tierno, luego de oler su cuello y robarle un beso por cada hora sin tenerla, por cada sollozo extinguido, por cada instante extrañándola a su lado.

viernes, septiembre 14, 2007

CON LA ODEBIENCIA LIBRE DE LA PASIÓN

En la tarde húmeda y llena de nostalgia, una voz llama en la intemperie de la atmósfera enrarecida. Vladimir ansia sentir a flor de piel el calor de su amada, encontrarla en la misma noche inquieta que se sobrepone a la demora de las horas muertas.

Por su ventana indaga la manera de invocar el deseo incontenible de su preciosa Lilí. Una constelación de estrellas diminutas es la vista predilecta al levantar los ojos extrañando su presencia. En esa frágil frontera entre la necesidad apasionada de volver a poseerla y la memoria viva de los encuentros sostenidos, intenta llamarla desde el pensamiento.

Vladimir quisiera mirar su rostro iluminado por los minutos que pasan juntos, en el tiempo sin tiempo de la pasión amorosa. En esa especie de remolino que arroja lejos de la conciencia todas las demás preocupaciones de la vida y todas las escenas que no valen la pena.

Únicamente abrazándola con tenacidad, imaginándola tal vez ausente pero inolvidable, viéndola quizá en una circunstancia posible pero totalmente indeseada; el momento en el que ya no estuvieran juntos ni en espíritu, acaso tan sólo en la memoria.

De repente, ya no sentía con la misma intensidad el vínculo exclusivo que se había conformado desde el primer día de su enamoramiento. Ambos comenzaban a pagar ese precio, que les parecía poco comparado con la plenitud del instante; con la promesa esperada de una soledad compartida.

De un tiempo atrás se escribían como si ninguno de los dos tuviera remordimientos, con palabras dispersas que le daban forma propia a los sucesos restándoles importancia.

Tan lejanos de lo próximo, tan cercanos de lo ausente, buscaban en realidad una rendija por donde amarse, porque ya se sabe que quererse resulta la mayor de las veces algo complicado, sobre todo cuando el ánimo de las dos personas es tan diferente.

Hasta ahora eran una pareja húmeda, fértil el uno para el otro, adivinándose sin fin por toda su geografía. Ni en compañía de otros amores habían conocido transformaciones tan súbitas, ni que fueran tan pronto de la pasión al reposo, de la tranquilidad al incendio, de la serenidad a la desmesura.

En el escenario donde Vladimir ya no estuviera con Lilí, aunque su recuerdo lo acompañara por siempre, rogaba al cielo sentir sus besos nuevamente, mientras una ventisca se colaba en su habitación solitaria, en espera del tiempo preciso en que ella lo sorprendiera con su llegada.

Sabía en el fondo, que cada vez que se reconocieran, sus cuerpos volverían a unirse con la obediencia libre de la pasión.

sábado, agosto 25, 2007

DONDE CONFLUYEN LOS DESEOS LÍQUIDOS


Ahora la luna se alza de nuevo en la cúpula celeste y Vladimir sólo alcanza a rozar a su amada Lilí con la inquieta mirada que la busca en la constelación de lo incierto. Aún sigue en fase creciente, pero desde lo alto va completando su faz hasta extender sus alcances quiméricos.

De pronto, Vladimir cae en cuenta que ya tiene varias semanas que recuerda a Lilí en la distancia, justo al despertarse y mirar por su ventana un nuevo día, en ese instante matutino donde nos damos cuenta que el amor nos va dejando leves pero persistentes huellas que nos conminan en última instancia a llevarlo tatuado en el pecho.

Abandonado ante una suerte dudosa, ante la paradoja de quererla y no tenerla, dentro de sí tiene una velada queja en el semblante; tal como una cicatriz que se vuelve más visible a pesar del tiempo para sanarse.

Su amor está muy lejos en apariencia, en otra latitud del continente, razona resignado mientras camina a paso lento; en el fondo desearía tener los medios para llegar hasta ella, para abrazarla con la certeza de no haberse equivocado. Entonces quizá podría dejar de necesitarla tanto y a todas horas.

Amilanado ante la incertidumbre, Vladimir se está volviendo un tanto retraído y ensimismado. Aconsejado por muchos, se siente contrariado, con la voluntad distraída, disgustado por la imperfección de la existencia. En definitiva, no le resulta nada agradable vivir separado de la mujer que ama.

Dedicado a percibir el transcurrir de los instantes sin ella, su corazón se siente herido y vulnerado por una entidad cercana que invade todos sus resquicios; por la honda soledad de su lecho que lo despierta en las madrugadas.

A la intemperie de los sentidos, en la noche envolvente se anticipan sueños memorables con la presencia femenina del objeto de su delirio, justo ahí donde confluyen los deseos líquidos que sólo permanecen dóciles bajo las azarosas muestras de cariño; en esa pléyade de utopías realizables, escenario perfecto para seguirla extrañando.

sábado, junio 16, 2007

VOLVAMOS A TOCAR LAS PUERTAS DEL CIELO

He de confesar que a veces nos rebasan los excesos. Deseamos la autocomplacencia con el furor de quienes dejan la vida de por medio. Es allí donde las hormonas despliegan su juego incesante, dejándonos vulnerables ante la presencia de una pasión que desemboca por los confines de nuestros cuerpos.

En mi pensamiento vuelve a tomar forma tu seductora imagen, justo cuando se desprenden de mis dedos las palabras pertinentes que me inspiras. El eco de los besos que dejaste impregnados en mi ser llega hasta el reducto de las más intimas sensaciones placenteras.

Entonces le damos paso a esa fuerza interna que nos hace suspirar; a ese impulso espontáneo donde nos encontramos siempre, sin barreras, llenos de deseos incautos, respiraciones entrecortadas, manos que desean aprisionar alguna porción del alma y uñas imaginarias que clavan sus filos en lo más hondo de la memoria.

Me encantan nuestros encuentros tan apasionados, cuando casi enloquecidos nos besamos e impacientes nos desvestimos para sentir nuestros cuerpos desnudos, tocándose piel con piel; con el ansia de invocar nuestros delirios, nuestra respiración acelerada, nuestra colección de provocativos besos con la legua de por medio.

Imagino tus labios y quisiera ver esa sonrisa vertical sin miramientos, mientras te acaricio con el fragor de inagotables besos. Con tus caricias y con tus abrazos no tardo en entrar en ese instante que me hace libre y me estremece.

Casi alucino cuando asemejo rozar tus pezones y se te ponen erectos con el sólo hecho de atreverme a imaginarlo; dulce sensación que me hace perder todos los sentidos; inquietantes latigazos de adrenalina inundan mi entrepierna y me llevan en tu búsqueda, acercándome más y más, anhelando no volver a estar sin ti.

Al margen de las inmensas ganas que tengo de estar contigo, de que esta sea la noche que en que amanezcamos en el mismo tálamo de caricias compartidas, extraño esa mezcla de amor, fantasía, sexo; ese ritmo casi lento donde se intercambian posiciones, lujurias y gemidos.

Ven, volvamos a tocar las puertas del cielo, ha pasado ya un buen tiempo. Ven amor, cierra los ojos, tómame de la mano, juntemos los fragmentos de lo que han sido nuestros sueños.

sábado, mayo 05, 2007

AMÁNDOSE SIN RECELOS


En un momento de respiro, los delirantes pensamientos de Vladimir se conjugaban para enunciar cuánto la amaba, aunque ella no pudiera oír su voz y el mundo estuviera dormido, completamente ajeno a lo que los incitaba.

Luego de probar ansiosos la miel embriagante de sus dulces labios, Vladimir y Lilí quebrantaban nuevamente la rutinaria secuencia de los días y la noche se colmaba de un amor extraordinario.

Traspasaban el miedo de amarse llegando a donde todo está permitido, en medio de ese aventurado juego; siendo prisioneros voluntarios en el éxtasis del alunizante firmamento.

Amándose sin recelos; disfrutando del paraíso compartido en ese vínculo amoroso. En la cima de la gloria, sólo existían ellos dos, unidos en la totalidad de sus propios mundos.

Sólo Dios sabría cual sería la enmienda de Vladimir por amarla tanto, porque al sentirse envuelto en los besos de Lilí -delicados ápices del misterio-, las olas de su furor siempre lo arrastran hacia ella.

Pero así había demolido las murallas que no lo dejaban amarla como quería. Sintiéndose caer en sus brazos, deteniendo su caída hasta volverse su dichoso cautivo, mientras Lilí le hacía el amor sin que él se lo pidiera para ser suyo en cuerpo y alma. Unidos en la culminación de la excitante complicidad que se permitían.

Agradeciéndose por otra noche apasionada en la que sus cuerpos desnudos se entregaron al deseo y en un orgasmo profundo explotaron toda la pasión contenida, Vladimir le dijo a su amada: “ahora puedes hacer conmigo lo que quieras; estoy a la disposición de tus más perversas fantasías”.

domingo, abril 22, 2007

GRACIAS AL GRAN AMOR


Después de todo lo que ocurrió aquella noche, Lilí buscó a Vladimir entre los pliegues de sus frías sábanas, pero sólo pudo sentir el rostro indiferente y vacío del tiempo, en aquellas cuatro paredes que delimitaban su rotunda soledad.

Recordaba que las noches se inundaban de paz cuando se encontraba Vladimir a su lado, susurrándole al oído cuánto la quería, sin preguntarse a dónde irían a parar todos sus sueños...

Retiene en medio de ese aislamiento los momentos compartidos y se da cuenta de que el amor existe cuando escucha la inconfundible risa de Vladimir o cuando acaricia la rebeldía de su cabello mientras hacen en silencio el amor.

Hay ocasiones que siente su cuerpo desnudo y al escuchar su respiración, la felicidad se hace plena como la dicha de amanecer cada nuevo día, con la convicción de sentirse bien amada a pesar de las distancias.

Ante la resignación de la imprudente partida, duele más dejarse intimidar por su ausencia; entonces una sensación desconocida hasta ese momento invade la mente de Lilí, que en el fondo necesita mirarse en los ojos de Vladimir, porque en sus ojos descubre, lo que a veces él mismo calla; pero también sabe que sólo en la intimidad de las miradas es que el mundo vuelve a girar para ambos.

Entonces un rayo de luz se filtra en sus habitaciones sombrías; Vladimir y Lilí vuelven a contemplarse sin reclamos preconcebidos, acercándose sin miedos, con un beso en los labios y con la promesa de no dejarse malheridos antes de aceptar cualquier intento de reconciliarse.

¿Pero quién dio el primer paso?, ¿quién de los dos tuvo la iniciativa? quizá lo dieron al mismo tiempo al aceptar el reto de amarse día a día…

¿Se perdonarían? Claro que sí: luego de un rato, ellos se miraron, inundando con la dulce y anhelada tregua todos sus sentidos.

Deseando que lo ocurrido fuera como un mal sueño, del que ya hubieran despertado, se pidieron disculpas al mismo tiempo, argumentando que esa nunca había sido su verdadera intención. Sin duda, podían hacer una vez más la paces, gracias al gran amor que había entre ellos.




sábado, abril 21, 2007

ANTES DE ASIMILAR EL ABANDONO


ANTES DE ASIMILAR EL ABANDONO, Vladimir aprendió en la cálida mirada de Lilí, que la poesía no necesitaba del verso; que la prosa reflejada en su piel era tan buena como los mejores sonetos para expresar los sentimientos.

Comprendió que el azote de la soledad no es ningún castigo divino ni humano. Tal vez era una suave caricia del tiempo, tal vez sólo era una pequeña escala en la dureza del camino que lo dejaba reflexionar sobre el efímero y difuso pasado inmediato; en la inestabilidad del momento presente o en el incierto y lejano futuro.

Entendió entre pausadas y rítmicas frases, muchas expresiones de la grandeza que se oculta en lo breve y en lo sencillo; en lo pequeño y en lo minúsculo: en ese gesto de Lilí con su mano cariñosa sobre la piel anhelante de Vladimir.

Por eso siguió contemplando la lluvia, el continuo tamborileo de las recias gotas sobre los vidrios. Vlad siguió mirando su continuo rocío mientras se saciaba la sed de la tierra, y creyó verla en cada gota, en cada uno de sus giros; en cada uno de sus quiebres al tocar el piso, como impulsadas por la ventisca.

Ella quedó envuelta, sencillamente, en medio de algo que nunca creyó que pudiera ocurrirle; no daba crédito a lo que habían visto sus ojos, sentido sus dedos, su piel; a nada de lo que habían escuchado sus oídos en la penumbra de la vida donde no habita la comprensión mutua.

Así, la historia de dos enamorados, se volvió la desazón del que sufre por un amor que ha perdido la fe. Inundada por una serie de esencias pretéritas, de mixturas obstinadas que acabaron con el sueño de alimentar al ave de la esperanza: único pase de entrada al paraíso perdido de los enamorados.

viernes, marzo 23, 2007

TRANSMUTAR LA EXISTENCIA

En el solipsismo anticipado, Lilí recurre a los pretextos fortuitos, a las razones fugaces, a las excusas de lo no pactado. Es tan difícil aceptar sin rezongos la culposa y cruda realidad, como el dar por sentados los hechos sin resistencia alguna, o creer de lleno lo inverosímil y sus mil máscaras de seducción.

El asombro de sus ojos busca reacomodo en este mundo. Con la pulcritud de un estilista, cubre sus párpados de sombras y delinea los sinuosos bordes de sus labios predispuestos. Observa la magnitud de su reflejo; la ingravidez de su semblante difuminado por los destellos hechizantes de su mirada. La imagen acuosa de ese espejo cristalino es la prueba veraz de su fuga interna.

De pronto, se imagina recostada en la arena haciendo el amor, mientras las suaves olas del mar rompen sobre los dedos de sus pies en una playa desierta. Al pensar en ello, se desprende de su ser mostrándose en armonía con el infinito, y con las variaciones infinitas que reproducen los movimientos agitados de Vladimir.

La palabra lujuria es demasiado indiferente para describir las sublimes contorsiones, los encontronazos firmes y fuertes, que se dan sin dejar de anhelar la eternidad con el más dulce de los temperamentos.

En cualquier caso, le fascina la idea de transmutar la existencia convertida en su musa inspiradora, en su confidente amorosa; en alguien especial a quien confiarle sus más profundas reflexiones, sus filias y sus fobias: en la oyente privilegiada a quien revelarle sin tapujos, sus delirios pasionales.

En su corazón, rodeado de nuevas certezas, nace la necesidad de consuelo, la seguridad manifiesta de abolir todo aquello que le esté vedado, y la urgencia por evitar que le prohíban tal sueño: tentada a reencarnar aquella utopía donde reina sin enemigos el amor acomedido.

miércoles, febrero 28, 2007

UN SUEÑO GOZOSO Y EXTASIANTE


Fluía un aroma a incienso por el ambiente; las llamas de unas velas se agitaban por la brisa lunar filtrándose desde las ventanas. Vladimir se acercó por detrás, como a él tanto le gustaba, luego cerró los ojos y besó en el cuello a Lilí.

Inmediatamente la giró hacia sí mismo y contempló el iris de sus ojos, mientras sus manos se deslizaban por su rostro y descendían hasta buscar sus tímidos labios, besándose, primero con suavidad, más tarde con desenfreno. Cuando sus lenguas se encontraron, ya los invadía el deseo.

Él acarició sus senos con las dos manos, después les lamió la tersura mientras su rostro se hundía en ellos y las acaricias no cesaban. Lilí con la respiración acelerada dejó que sus manos lo buscaran, metió los dedos entre su cabello mientras lo acariciaba.


Vladimir rozó su ombligo y siguió mimándola por todo el cuerpo, buscando sus pródigas piernas; comprobando la fecunda humedad que la inundaba, mientras él y su lengua continuaban acariciándola con ternura, explorando todo su interior virtualmente, hasta hacerla perder el brújula, inventándola en el discurrir de los espasmos placenteros...


Lilí, después de recuperar el aliento, volvió a tomar su rostro entre las manos y lo besó dulcemente.


Cuando le sonrió, Vladimir sabía lo que ella quería decir con ese gesto y esa señal, muestra inequívoca de sus gustosas intenciones. Sin más, quedó rendido ante ella al momento de sentir su traviesa lengua recorriendo lánguidamente su cuello, hasta llegar a sus orejas; regresando a su pecho y saboreando cada centímetro de piel.


La vio acercarse a su ombligo, deslizando su lengua lentamente hasta hacerlo gemir de placer... recorriéndolo todo y mojándolo con sus candentes labios.


La respiración de Vladimir era estrepitosa, los gemidos se sucedían en un ritmo vertiginoso y después de algunos minutos que le parecieron eternos, llegó el éxtasis deseado, que recibió Lilí en sus adentros, sin separarse de él en ningún momento, acogiendo la totalidad de la explosión dentro de su boca.


Pasaron infinidad de minutos, no sabían cuántos con exactitud; Lilí recostada sobre el pecho de Vladimir, jugando con su cabello y él ciñéndola a su cariño.


Abrazados y con las manos enlazadas, muy cerca el uno del otro, se dijeron miles de secretos con la mirada extraviada; y con las contadas palabras que alcanzaban a pronunciar teniendo el pecho tan agitado, sus almas se sobreponían al destierro de los abrazos.


Así fue que sintieron renacer el deseo, mientras seguían hablando, sin parar de acariciarse y besarse. Cuando él la tomó en sus brazos, la besó intempestivamente y sus manos se aferraron a su cintura.


Así la penetró con tranquilidad, pero también con un deseo locuaz palpitándole debajo de las venas. Esa pasión de fuego ensanchada por la fuerza de Vladimir hizo que fuese Lilí quien perdiera el control y la calma.


Sus clamores revelaban a los cuatro vientos, el instante en que todo lo demás desaparece, gritando sus nombres sobre la faz del universo, con letras de anhelos.

Llegando juntos a ese paraíso, donde sólo ellos dos se entregaban al placer más supremo. Mientras la hacía suya, ella le clavaba las uñas en la espalda... y él, le dejaba una marca violácea en el cuello, que sería motivo, durante algunos días, de las miradas cómplices entre ambos.


Rendido en ese oasis, Vladimir alisó el cabello de Lilí, la besó en sus generosos labios, se abrazaron nuevamente y el sueño no tardó en llegarles; un sueño gozoso y extasiante que los instaló en la misma placidez del sosiego.

lunes, febrero 19, 2007

LA POESÍA DE LA FLOR


Sí, le gustaban los jardines y los campos floridos, los motivos que adornan los paisajes de la tierra. Vladimir conocía a fondo la era histórica que había enfrascado a los conquistadores españoles en un México cosmogónico.

De todos los ámbitos de su vida, una de las pasiones que ocupaban mayor espacio entre los días de sus semanas, era admirar los encantos de la naturaleza.

En la universidad había descubierto que la palabra Flor era uno de los veinte signos de los días en la escritura antigua de la edad precortesiana. La Flor es también el signo de lo noble y lo precioso.

Además, representa los perfumes, posada en su estricta simetría, unas veces como atributos de la divinidad y otras para la decoración exterior de utensilios.

Los dibujos del códice Vaticano la representan con una figura triangular con torzales de ramas; la diosa de los amores lícitos, colgada en un festón vegetal, baja a la tierra, mientras las semillas revientan en lo alto, dejando caer hojas y flores.

Cuando visitaba lugares arqueológicos, o estaba de algún modo en contacto con la naturaleza, buscaba la poesía de la flor, la belleza y la acuarela multicolor de los amplios valles.

Con la erudición ejemplar del mismísimo Netzahualcóyotl, el príncipe desposeído que vivió algún tiempo bajo los árboles, nutriéndose con sus frutos y componiendo canciones para solazar su destierro.

En algunas de sus improvisaciones, sus metáforas tenían cierta audacia mezclada con una aparente incongruencia. Para Vladimir, la inspiración estaba en ese mundo en el que se internaba como en un jardín secreto para buscar a su amada Lilí.

martes, febrero 13, 2007

LA COMPLICIDAD ETERNIZADA


Con el alma tranquila, con la dulzura climática de sentirse pleno, Vladimir le escribe a Lilí. Con la razón más desnuda y verídica de todas; con el amoroso arrebato en el que lo tiene preso. Todo pasado queda disuelto en ese mar de sueños y su quietud momentánea.

Sólo lo que ignoran acerca de ellos le imprime un toque de misterio al hecho de seguirse conociendo noche a noche. En ese laberinto de revelaciones, de guiños a corto plazo y confesiones de madrugada, Vlad y el objeto de su deseo, intercambian los roces que incitan a ensayar lo prohibido. Transitan por el territorio de los amantes que unen sus ímpetus para darle cause a la pasión de su existir.

Allí descubren la naturaleza de sus anhelos, en la trémula ambición de conquistarse a toda hora y con todos los sentidos. Es entonces cuando transmutan juntos lo perverso en un juego de niños, en una bella ilusión que comparten desde la complicidad eternizada de los besos.

Porque el tiempo discurre de un modo distinto, como si no existiera de la forma en que lo conciben a diario.

Porque el mecanismo del universo pareciera detenerse cuando Vladimir y Lilí se entregan por completo; en la más luminosa de las penumbras, en el lecho más ardiente, y con el amor tatuado en sus pieles.

Capaces de encender la hoguera de las palpitaciones, se adueñan de la energía cósmica que sostiene sus realidades imaginarias, en pos de un mundo aparte, de una dimensión cercana que puedan rondar en un mismo cielo, avivando el volcán que llevan dentro.


jueves, febrero 08, 2007

EL TORBELLINO DEL DESEO


La noche desciende suavemente sobre la agitada ciudad, y Vladimir tan sólo desea encontrarse de nuevo con Lilí. Le parece hermoso buscar su cuerpo en medio del infinito. Se dirige al lugar donde está seguro que podrá encontrarla, mientras el tiempo cabalga lento y sus pasos se alargan para tocarla. Vladimir la observa de pie, frente a él está el cuerpo de ella, que recorre con sus manos lúbricamente, deslizándose por la tela de su breve indumentaria; va dejando a la vista la totalidad de sus senos, tan deseosos de ser besados como sus labios humedecidos y entreabiertos.

Con la temperatura elevada y el corazón agitado, alcanza a pronunciar el nombre de Vladimir en la exquisitez de sus labios, y Lilí le regala una sonrisa perversa, envuelta en un sutil halo de ternura, mientras la luna se filtra por la ventana, y su luz llena la habitación hasta bañar caprichosamente su piel. Los movimientos de ese cuerpo lo mantienen obnubilado en la oscuridad de la noche; en ese hechizante y misterioso juego de claroscuros.

Su corazón no hace más que latir aceleradamente. Se deja envolver por las sensaciones y la necesidad de acecharla se vuelve apremiante. Su respiración se vuelve entrecortada. Comienza a desearla desesperadamente y de pronto la mira jugar con sus dedos atrevidos, recorriendo los senderos brillantes de su epidermis.

La siente estremecerse a su lado; presiente que va llegando el momento de hundirse juntos en ese mar dulce y tormentoso porque sus movimientos son cada vez más osados. Mientras sus piernas lo embelesan ante el resplandor lunar, el resto de su cuerpo perlado es avivado por el oleaje de esos dedos que se hunden inquietos, buscando alcanzar la consumación de sus deseos más profanos.

Intuye que va llegando a la cúspide del placer cuando la mira retorcerse, con la desesperación de quien ambiciona detener el universo entero por un momento. Los gemidos y jadeos llegan hasta sus oídos y Vladimir se deja arrastrar en ese remolino, mientras sus sentidos se aferran con espasmos a ese instante, en que sus almas se funden en un mismo goce simultáneo. El escepticismo y las inseguridades de ambos naufragan finalmente, dejando en su boca el dulce sabor de un amor bien correspondido que palpita hasta en el último rincón de su ser.

Cuando la tormenta de sus cuerpos se aplaca, va llegando la calma y las olas se van aquietando también. Ellos se miran a los ojos, mientras flotan en una suave brisa de pulsaciones y exhalan un manso suspiro de satisfacción. Se dicen que todo ha sido inmejorable, envueltos en ese soberano amor que se va adueñando de todo lo que los rodea; sonriendo con la complicidad de saber que el torbellino del deseo, tarde o temprano, volverá a renacer en ambos.

miércoles, febrero 07, 2007

UN JUEGO MUY PERVERSO


Se miraba en el reflejo, en el recuadro de la pantalla donde adivinaba su rostro encapsulado en una imagen. Soñaba con olvidarse, seducida a renunciar al más mínimo capricho personal, dispuesta a todo con tal de encarnar en ese goce.

Entonces urdía el intercambio, empecinada en divagar, buscando ir siempre más allá de su imagen real, de la verdad tangible que formaba con su cuerpo; con sus pechos testarudos y sus pezones siempre erectos; con sus brazos y sus piernas en rotación, mostrándose dispuesta y licenciosa ante el ojo avizor.

Lilí le parecía un lindo nombre, tanto que jugaba a intercambiarlo con el suyo y un día se llamaba así y al otro con su nombre verdadero. Le encantaba ese hábito. Era un juego muy perverso. Desconfiaba, pero se hundía en un universo excitante donde podía sentirse muerta y viva al mismo tiempo.

Más viva que muerta, porque la gracia consistía en eternizar su reflejo; observar cómo se movía ante su propio instinto, libre de mostrar su silueta unida al loco deseo de precipitarse convertida en un apuro de realidad, en una profusión de fantasía.

En el fondo era un impostura, una estrategia de sobrevivencia que prefería tomar como pasatiempo a conferirse la derrota menos saludable a los sentimientos. Con un acto tan confidencial como ese, se miraba encantada. Es puro amor propio, reconocía. Un lindo riesgo unido a un lindo nombre.

Jugaba a desaparecer, a fugarse, con la certeza de que nada es para siempre y de que nuestras vidas trascurren como si fueran películas. Quizás por eso gozaba con la ilusión de ser siempre otra, desapareciendo entre la niebla de la media noche.
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