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viernes, marzo 19, 2010

ADRENALINA EN LA SANGRE


Tomados de la mano, Vladimir y Lilí entraron al lujoso restaurante donde ya tenían una mesa reservada. El gerente les dio la bienvenida y los llevó a su lugar. Agobiados por la calurosa atmósfera del exterior, los dos agradecieron las ventajas de contar con aire acondicionado.


Tan pronto el mesero tomó la orden y se retiró hacia la entrada de la cocina, se vieron un segundo y sus bocas no vacilaron en darse un beso encendido, cargado de una pasión desbordante. Un par de oficinistas voltearon a mirarlos con desdén, mientras murmuraban algo. Y es que la química que se irradiaba entre ellos era imposible de disimular.


Vamos mujer, no veo la hora de tenerte para mí, sin ninguna clase de interrupciones y sin mirones le dijo Vladimir, refiriéndose a los tipos que no les quitaban los ojos de encima cada vez que se mostraban cariñosos.


Está bien, si te atreves, ve a los sanitarios en tres minutos, le dijo al oído. Allí estaré corazón, sólo espero que valga la pena, –contestó Vladimir. Ya lo verás, –sentenció Lilí usando un tono más suave de voz. De acuerdo, voy por ti en 180 segundos, ni más ni menos respondió él.


Tras el tiempo pactado, se levantó de su asiento y caminó hasta el pasillo que daba a las escaleras. Subió tratando de no llamar la atención de nadie, deslizando pausadamente sus dedos por el barandal. Al verla allí detenida, con los brazos cruzados pero sin mostrarse enojada, sino en una pose tremendamente seductora, supo que era el instante preciso.


Sin hacer mayores aspavientos, entraron juntos y cerraron la puerta con llave. Házme el amor, exclamó ella, poniéndose de espaldas. Vladimir la desvistió y la tomó de las caderas, haciéndola suya. Obligados a no hacer ruido, apresuraron su clímax por el temor a ser descubiertos, mientras Vladimir iba acelerando las embestidas y Lilí se sujetaba con fuerza del lavabo.


Fueron segundos gozosos en los que se amaron intempestivamente. Luego, volvieron a la planta baja para comer lo que habían solicitado y cuando les entregaron la cuenta, sellaron con una amplia sonrisa esa complicidad suya que aún no conocía límites; la misma que les había hecho sentir tanta adrenalina en la sangre.


martes, febrero 09, 2010

EN LA FIESTA DE ROMINA


Desde hacía varios años, Romina era una de las mejores amigas de Lilí. Por eso no dudaron en aceptar la invitación a su fiesta. Cuando se acercaron a saludarla lucía una larga cabellera y un cuerpo bien constituido, magro, como de modelo.


Hola, quiero darles la bienvenida, y presentarlos con todos. De este lado Mike y su novia Brenda; ellas son las hermanas Téllez, canadienses por elección pero de nacionalidad mexicana y por allá está Greco Cantú, con sus amigos de la capital y su familia.


Mucho gusto, respondieron a cada uno mientras iban estrechando sus manos.


Tan pronto los músicos amenizaron la velada, Vladimir y Lilí danzaron al ritmo de una pista que les abría espacio para que mostraran sus mejores pasos. Su acoplamiento era tal, que de pronto era como si estuvieran ejecutando la misma coreografía. Al bailar, las caderas de Lilí oscilaban a diestra y siniestra; sus movimientos se acentuaban por las zapatillas de tacón alto.


El vino corrió en grandes cantidades mientras los invitados debatían acaloradamente sobre moda, religión, política, economía y demás temas controvertidos. Cada quien defendía su punto de vista y para calmar los ánimos, o para encenderlos más todavía, se dispusieron a jugar una partida de cartas. Vladimir apostó, por enésima vez, una cuantiosa suma que perdió finalmente cuando le volvieron a ganar con una flor imperial.


Anda, vamos a que descanses, no te veo muy bien –le dijo a Vladimir, quien estaba un tanto mareado y comenzaba a dar muestras de agotamiento. Sí, creo que ya es demasiado tarde, –le contestó mirando el reloj de pared. Se disculparon con los anfitriones y salieron al jardín.


Al pasar junto a la piscina, estuvo a punto de caerse, pero alcanzó a tomarlo del brazo y lo llevó a una de las habitaciones de la planta alta. Ya dentro, apagó las luces y se extendió al buró para encender unas velas. En cuanto pudo, le acarició el pecho con la mano extendida, en pequeños círculos, como si fuera un masaje para calmar los nervios.


De inmediato se oyeron los suspiros de aprobación. Vladimir no dudó en bajarle el cierre de la falda y deslizarla hasta sus rodillas. Tomó su mano izquierda y la condujo al sitio donde su pasión comenzaba a perder el control. Luego le fue quitando la blusa broche por broche, con la gustosa colaboración de Lilí.


Siguiendo una trayectoria circular aumentó la intensidad de las caricias y aunque la fuerza de sus gemidos era considerable, no alcanzaron a escucharlos por el estruendo de la música que afuera se escuchaba a todo volumen. Subió encima de su cuerpo y por un rato que pareció perpetuarse, sintió la virilidad que tanto había imaginado, esa que tantas noches había gozado para dejar de sentirse sola.


Le había prometido a Romina “portarse bien”, pero eso era una promesa que ahora prefería ignorar, aunque quizá tuviera que arrepentirse a la mañana siguiente. Decidió olvidarse de lo que pudiera pensar su amiga. Afuera de la habitación, la gente seguía enfiestada.


lunes, enero 04, 2010

A LA LUZ DE LA LUNA



Ella le suplicó que no se detuviera. Con verdadera veneración, Vladimir la fue masajeando desde los hombros hasta cruzar con esmero hacia la espalda y siguiendo un camino descendente por la columna, llegó a la exquisita redondez de sus caderas para moldearlas como si fuera un orfebre tallando una obra de arte.


Tan pronto lo recibió con las piernas abiertas, sus labios se rozaron antes de pronunciar las palabras que encenderían en ambos un caudal de sensaciones. Espera un segundo mi vida, vamos al balcónle dijo Lilí repentinamente, cubriéndose con la sábana. Salieron de la habitación cuidando que no los descubrieran, aunque a esas horas de la madrugada era seguro que nadie podría espiarlos. Hagámoslo aquí, de pieseñaló Vladimir, pidiéndole que lo rodeara con sus brazos y se colgara con firmeza al cuello.


Amándose con movimientos acompasados, los dos se dejaron llevar por ese ímpetu desbordante en el que los latidos aumentan y en sus pupilas dilatadas vieron reflejado ese rictus inconfundible donde reside el mayor de los éxtasis. Vladimir y Lilí acoplaron sus cuerpos una y otra vez, prodigándose las mejores caricias.


A la luz de la luna, desapareció el resto del mundo mientras sus cuerpos se concentraban en una sola faena: seducirse intensamente con todos los sentidos. En ese ir y venir, Lilí sentía cómo se balanceaban sus senos de un lado a otro, produciéndole aún más placer. Vladimir la llevó a la cúspide de la pasión y explotaron en un orgasmo que les recorrió toda la piel al unísono.

–Créeme, hoy te disfruté como nunca, queridale murmuró al oído. Yo más le respondió ella esbozando una sonrisa que reflejaba satisfacción. Así regresaron a la comodidad de la cama y se recostaron de lado, con las piernas entrelazadas hasta que plácidamente, se fueron quedando dormidos sin notarlo.

miércoles, diciembre 02, 2009

EL REENCUENTRO ANHELADO


Vladimir no sabía cuándo podría retornar. Los días transcurrían sumándose a la azarosa sensación de no tener nada claro. Aún se negaba a creer que se hallaba tan lejos de Lilí. Quiso hacerle una llamada de larga distancia, pero se quedó pensando en las excusas que le daría cuando supiera que no volvería tan pronto como él pensaba.


Sumido en el imperio de lo irracional, aquella mañana despertó pensando en ella. Sintió una devastadora ternura al recordarla. Estaba seguro de haber contemplado su silueta mientras dormía. Había sido algo tan inesperado que su misma intensidad anulaba toda capacidad de juicio. Abrió la cartera, contempló su pequeña foto acariciándola con la yema de su dedo índice como si se tratara de un objeto inseparable para desatar al fetichismo.


Por un instante dudó que ella pudiera tenerlo presente en sus pensamientos. Advirtió que si su ausencia se prolongaba podría darle cabida a una tercera persona. No, Lilí no era esa clase de mujer. Se lo repetía constantemente mientras se juraba que no se perdonaría si alguien se interpusiera entre ellos. Por su ventana se asomó al bullicio de las calles para calmar esas conjeturas plagadas de incongruencias que le parecían tormentosas. Tenía tanto tiempo que un suceso no lo perturbaba tanto como esa despedida.


Sin embargo, la firma del contrato había sido todo un éxito. Su reunión con los ejecutivos españoles no podía haber concluido mejor. Estaba conciente de que implicaba un compromiso mayor con la compañía que representaba, pero también sabía que era la confirmación de sus proyectos más ambiciosos. Además, el convenio estaba acompañado de una oferta económica nada despreciable.


Apresuró todos los trámites para llegar lo antes posible y cuando hablaron por teléfono le confirmó que llegaría el próximo fin de semana. El vuelo arribó sin ningún tipo de contratiempos el jueves por la noche. De vuelta a su lugar de origen, lo primero que hizo fue ir a buscarla a su departamento. Quería darle una grata sorpresa, así que se dirigió a verla sin avisarle de su regreso a tierras mexicanas. El asombro se dibujó en su rostro cuando Lilí abrió la puerta y sin decir palabras, se fundieron en una serie de urgentes abrazos.


Su reencuentro anhelado se había cumplido por fin. Una oleada de besos fueron intercambiados en nombre de la dicha que ambos sentían. Dándole mordiscos alrededor del cuello, bajó por su escote y le fue desabotonando la blusa con los dientes hasta dejarla sin ropa. Luego, ella también lo desvistió. Ahora que estaban tan cerca, Vladimir podía absorber su adorable aroma nuevamente. A su lado la existencia era una travesía placentera de la que difícilmente podría volver a privarse.



viernes, octubre 30, 2009

LA DESNUDEZ DE SU CORAZÓN


Siguió llorando todo el camino a casa. Había sido tan pronta la separación que Lilí no dejaba de pensar en su partida. Después de su efímera despedida sentía el alma extraviada. Quería escuchar su voz, tan sugestiva y sonora, pero se prometió ser valiente, confiar en él y aguardar con paciencia su regreso. Lo único que se reprochaba era no haberle dicho cuánta importancia tenía en su vida.


Afuera caía una lluvia torrencial. No quiso mirar el reloj que tenía a un costado; en vez de eso, se acercó al buró y tomó la libreta roja donde Vladimir escribía. En medio de tanto silencio, se dejó llevar por la curiosidad y se atrevió a indagar en su contenido. Nunca había osado hurgar entre sus objetos, mucho menos tratándose de ese cuaderno de forma francesa en la que él se refugiaba cuando necesitaba volcar sus sentimientos sobre el papel.


Enseguida lo abrió, apartó el separador de piel, decorado a mano con figuras aladas y repasó detenidamente los versos marcados en tinta azul, recorriendo las palabras de una caligrafía impecable que le había dedicado en sus momentos de mayor inspiración. Comenzó a leer al azar: "entre las sábanas de nuestra cama, salen sobrando los buenos modales. Por encima de los tabúes, el lenguaje soez garantiza que fluya el erotismo en ambos".


Entrecerrando los ojos, recordó la última vez que habían hecho el amor, diciéndose frases sucias al oído mientras sus cuerpos se acoplaban rítmicamente. Extrañaba su calor, su mirada profunda y sus caricias intempestivas. Más abajo leyó: "aún en el pesar de las ausencias, nos acompaña el poder de la lealtad y nos nutrimos del amor floreciente para disfrutar de sus resonancias".


De pronto se reconoció entre los renglones de una página que no tenía fecha, pero que suponía reciente por su significado. "Como la de tantos otros amantes, nuestra existencia es una mezcla incesante de lo que figura en el pasado y lo que nos conforma en el presente. Vivencias cuyo eje está regido por el libre albedrío de la pasión. Gracias a ellas, el amor nos ilumina como el sol".


No cabía duda, sus pensamientos latían en esa misma frecuencia. Recostada durante las últimas horas de ese fin de semana, nuevos bríos confirmaron la intensidad de ese vínculo que la unía especialmente al hombre cuyo destino inmediato parecía cifrado en otra parte. Lilí sonrío para sus adentros y abrazó la libreta, acercándola a la desnudez de su corazón.



martes, septiembre 29, 2009

EL INGRATO PRECIO DEL AMOR


El amor es tan parecido a las quimeras. Exige mantener una fe inquebrantable, sin oponer justificaciones, sin negarse a su influjo, aunque detrás de las interrogantes que ponen en duda su existencia, se divise la nada absoluta.


Vladimir dejó a un lado sus pensamientos sobre el significado del amor, salió de la piscina y tomó una toalla para secarse. En vez de haberse relajado dentro del agua, le dolían el cuello y los hombros por la gran tensión que se acumulaba en su cuerpo.


Le pidió al chofer que tuviera listo el automóvil lo más pronto posible. Aún tenía que reservar su vuelo a Barcelona, preparar sus documentos, así como el equipaje para dirigirse a esa encomienda especial fuera del país. Debía hacerse cargo de un puesto muy importante y nadie podía sustituirlo en dicha empresa.


Justo al medio día, Lilí recibió hasta su puerta un fastuoso arreglo floral, en cuya tarjeta leyó la siguiente dedicatoria: para mi sensual amada, motivo de la poesía tenaz que corre por mis venas. Espero que te agraden las rosas, necesito que nos veamos pronto, amorosamente tuyo, Vlad.


Decidió marcarle a su celular para darle las gracias. Quedaron de acuerdo en encontrarse en un lugar cercano al aeropuerto. Cuando llegó por ella, la saludó como siempre, abrazándola y dándole un beso estrepitoso. Luego guardó un breve silencio.


Qué pasa, te noto muy raro mi vida—, le preguntó Lilí.


Dentro de unas horas, tendremos que dejar de vernos; es por cuestiones de trabajo, así que no lo tomes como un adiós, sino como un hasta luego, dijo Vladimir. Sé que durante mi ausencia estarás en mi memoria—, agregó con un matiz confesional.


Escuchar eso no le servía de mucho, ni le hacía gracia, aunque por un instante, deseó con todas sus fuerzas que sólo se tratara de una broma. No podía dejar de mirarlo con profundo recelo, poniendo en duda la honestidad de sus últimas palabras.


Con la mente nublada, se detuvo un segundo antes de contestarle, pero no podía hablar, así que sólo alcanzó a pronunciar entre sollozos un te amo. Estaba sumamente abatida; se sentía desplazada por las recientes circunstancias. Víctima de un sentimiento innombrable, Lilí aspiró hondo, pero no pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas.


Entonces comprendió que ese era el ingrato precio del amor y que al final de cuentas, tendría que aceptar esa condición por más que le doliera el alma. Quizá por eso lo besó sin querer separarse de él, pues sabía que no podría pasar mucho tiempo sin que empezara a extrañar esos mismos labios que ahora consumaban su vertiginosa despedida.


jueves, agosto 27, 2009

SUBYUGAR A UN HOMBRE



Despertaron más tarde de lo que ambos habrían querido. Se detuvieron un momento en el umbral de su camarote, pensando en lo que harían unos segundos después. Era casi medio día, así que se vistieron con la ropa más cómoda que hallaron en su equipaje para salir a dar un paseo por los muelles del puerto. Afuera, el sol caía a plomo sobre las pieles de los demás turistas y las olas del mar se estrellaban contra las rocas.


Buscaron un lugar alejado del bullicio de los niños, donde el ambiente silencioso y tranquilo de la naturaleza les ayudara a serenarse. Aún estando cerca de las palmeras, la brisa de Marsella resultaba sumamente calurosa, sobretodo durante esa época del año. Recostados bajo una amplia sombrilla, Vladimir y Lilí alcanzaban a divisar cómo partían los barcos pesqueros rumbo al horizonte oceánico.


Aunque ella se había cepillado cuidadosamente el cabello, el viento hacía de las suyas una y otra vez hasta despeinarla. Con suma delicadeza, él acomodó sus rizos detrás de sus oídos y le despejó el rostro. Descalzos, corrieron hacia la orilla de la playa. Dejando un sendero de efímeras huellas, quedaron detrás las marcas de sus pies en la arena de la costa. Sin duda, tomar aquel crucero había sido la mejor experiencia para vacacionar.


Disfrutando el mismo atardecer, a Vladimir se le ocurrió preguntar en qué pensaba para romper ese incómodo silencio. Esa constante pregunta ponía a prueba su paciencia, pero de pronto la voz de su corazón era clara e insistente. Sentía que algo estaba naciendo en su interior. Ella lo miró con ternura, inclinando la cabeza y acercándose a él, se aferró a su cuello en un cálido abrazo.


Entonces, Lilí se atrevió a revelarle sus pensamientos. Quiero que seas el padre de mis hijosalcanzó a decir con una voz entrecortada por la emoción. Vladimir la tomó de las manos y se las llevó a los labios, besándolas en un par de ocasiones.


Tratándose de eso querida, yo no tengo ningún inconvenientele aseguró, con tal de convencerla, pues en el fondo también deseaba darle los mejores años de su existencia, compartirlos a su lado y afianzarse hasta lograr una familia.


Por la noche, bailaron juntos al compás de la música romántica en la estancia de su compartimiento. Mientras le daba el visto bueno a la cena, Lilí admiró sus modales tras degustar una exquisita langosta, acompañada de una botella de vino. Luego, se juraron fidelidad una vez más e hicieron el amor con las luces encendidas. Para ella, no existía otra forma más placentera de subyugar a un hombre.



martes, julio 28, 2009

A CAUSA DE SU FUROR



Era tonificante el aire de la calles y el color del cielo rojizo cuando llegaron al hotel Victoria, entrando por el estacionamiento subterráneo y antes de salir del automóvil, intercambiaron un par de cómplices miradas. Él la tomó sutilmente del brazo tan pronto se abrieron las puertas del elevador y luego la condujo a través del amplio vestíbulo.


De inmediato, les dieron las llaves de la habitación que ya habían reservado. Entonces Lilí le dedicó a su acompañante una generosa sonrisa, en la que incluso sus dientes parecían brillar con natural encanto. Lo que había estado sintiendo los últimos tres meses era lo que la gente llama felicidad; esa satisfacción pura y dulce que tantas personas perseguían sin poder decir lo mismo, a pesar de sus intentos por saborear las emociones de la vida.


Sí, era como la magia del primer amor. Por su parte, Vladimir se sentía muy vivo, lleno de presagios, pues su relación significaba otra oportunidad para cristalizar la dicha que un día había experimentado en carne propia. Tal sentimiento incluía también un deseo desmesurado y obsesivo hacia ella. No pensaba en ninguna otra cosa.


Sabía que si era preciso, la protegería de sus fantasmas, es decir, aquellos pretendientes antiguos que aún la rondaban. Tómatelo con calma, se dijo él mismo. La quería, la deseaba, la adoraba, era lo que verdaderamente le importaba en esos momentos. Al cerrar la puerta con el número 316, brindaron por su compromiso y se desnudaron mutuamente. Vladimir la levantó y la dejó sobre la cama, empujándola hasta situarla sobre los almohadones.


No te detengas cariño, le dijo Lilí en un tenue susurro. Alcanzó la copa de cristal que contenía el vino tinto y dejó caer unas gotas entre sus muslos. Él lo esparció suavemente con sus dedos, en una suerte de caricias circulares. Con su lengua llegó a sus pliegues secretos mientras ella se estremecía y temblaba. Movía su cabeza de un lado a otro sobre su cabello revuelto.


Sintió la intensidad de su orgasmo cuando sus piernas le sujetaron la cabeza, abrazándolo mientras él estiraba sus manos hasta aprisionar sus senos. Así transcurrieron segundos que fueron interminables y así bebió todo el vino sintiendo las contracciones de sus músculos.


En penumbras, Lilí se dirigió hacia el baño moviéndose sigilosamente. Abrió la llave de la regadera y sin pensarlo dos veces, invitó a Vladimir para que la hiciera suya mientras el agua tibia mojaba sus espaldas. Cada vez más fuertes, los gemidos volvieron a escucharse y a causa de su furor, parecía como si la habitación todavía estuviera vibrando.



domingo, junio 28, 2009

ESE MAGNETISMO ATRAYENTE


Si miraba hacia atrás, podía darse cuenta del tiempo que había pasado desde que llegó a enamorarse locamente de él, como de un ángel inocente, dulce y generoso. Sabía que podía prometerle todo lo que ella quisiera, pero en el fondo había aprendido que en el amor la palabra “siempre” no significa nada. Sería suya de nueva cuenta, pero bajo sus propias condiciones, no cuando él lo deseara.


Después de cenar en un romántico restaurante donde sólo acudían parejas a degustar platillos exóticos, brindaron por la agradable velada y platicaron animadamente de sus planes futuros. Lilí aspiró hondo y pensó que ambos podrían recuperar todo aquello que habían compartido una vez.


Vladimir vestía un traje gris perla y una camisa blanca con rayas muy finas que acentuaban el tono bronceado de su piel y su barba de candado. Ella portaba con elegancia un vestido de seda con un diseño sencillo que ceñía provocativamente las curvas delicadas y los intrigantes rincones de ese cuerpo divino.


Si Vladimir podía ser cruel y arrogante, entonces ella haría lo mismo. Si por el contrario, la colmaba de halagos, no tardaría en dar su brazo a torcer. La tensión nerviosa la devolvió a la realidad. La distancia emocional era su única defensa, así que se pondría al mismo nivel que él, tratando de mantenerse a salvo.


Sin embargo, reconoció para sus adentros que sólo bastaría que Vladimir pronunciara la palabra adecuada cerca de sus oídos para que se derritiera entre sus brazos como la nieve del ártico en pleno verano. No tenía la certeza absoluta de eso, pero lo había intuido de inmediato cuando estuvo tan cerca de él como para recordar ese magnetismo atrayente que era capaz de provocarle.


“Juega bien tus cartas, convéncelo de que serás la esposa perfecta y el compromiso matrimonial durará para el resto de tu vida”, le dictaba su conciencia mientras él miraba el sendero que formaban sus lunares hacia su pronunciado escote, adornado sutilmente por su collar de brillantes preferido.


lunes, mayo 25, 2009

BESO CÁLIDO Y ESPONTÁNEO


Las cosas no podían continuar como estaban. Lilí quería pagarle con la misma moneda, pero no le servía de nada decirse a sí misma que había aprendido lo que significaba resignarse. Su humor podía cambiar con la misma rapidez que cuando era una adolescente. Eso tenía que aceptarlo.


Mientras tanto, Vladimir se había duchado y vestido como un autómata antes de llegar al restaurante donde se habían citado. Parecía tan tenso, con sus hombros tan rígidos y sus ojos tan brillantes, que al advertir su llegada, Lilí giró dándole la espalda y volvió a mirar hacia el ventanal desde donde se podía observar la ciudad iluminada.


La promesa que se había hecho de permanecer serena quedó olvidada cuando Vladimir se apartó bruscamente. El cambio en su expresión había sido demasiado sutil como para ser advertida. Le habría gustado tener la oportunidad de disculparse, de decirle que se arrepentía de todo, desde su comportamiento sospechoso hasta el último arrebato de coraje.


Sin embargo, crecía en ellos un espacio que les hacía anhelar la proximidad que quizá no volverían a tener. Desde que habían vuelto a encontrarse, los dos habían eludido lo que les molestaba hasta quedarse sólo en pensamientos secretos. Había llegado el momento de decirse la verdad. Con voz grave, Vladimir le dijo: no me debes nada, y si te quedas conmigo será por voluntad propia.


Lo sé, y creo que no te echo tanto de menos, contestó ella. Debería de haberse quedado callada, de eso se dio cuenta enseguida. Eso no lo había dicho en serio, por supuesto; tan sólo para ver si Vladimir abandonaba aquella actitud fría y dominante.


Lilí se sentó junto a él y percibió de nuevo esa misma sensación de inquietud. Después de aquel tiempo todavía tenía la capacidad de conmoverla. Se tenían cariño, siempre se lo habían tenido, y se conocían a la perfección. ¿Aún me quieres?, lo cuestionó Lilí mirándolo de frente.


Luego de una breve pausa, suspiró de alivio para sus adentros cuando Vladimir inclinó la cabeza hacia abajo, en señal de franca aprobación antes de que sus labios acabaran rozándose con los de ella en un beso cálido y espontáneo.


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