viernes, marzo 23, 2007

TRANSMUTAR LA EXISTENCIA

En el solipsismo anticipado, Lilí recurre a los pretextos fortuitos, a las razones fugaces, a las excusas de lo no pactado. Es tan difícil aceptar sin rezongos la culposa y cruda realidad, como el dar por sentados los hechos sin resistencia alguna, o creer de lleno lo inverosímil y sus mil máscaras de seducción.

El asombro de sus ojos busca reacomodo en este mundo. Con la pulcritud de un estilista, cubre sus párpados de sombras y delinea los sinuosos bordes de sus labios predispuestos. Observa la magnitud de su reflejo; la ingravidez de su semblante difuminado por los destellos hechizantes de su mirada. La imagen acuosa de ese espejo cristalino es la prueba veraz de su fuga interna.

De pronto, se imagina recostada en la arena haciendo el amor, mientras las suaves olas del mar rompen sobre los dedos de sus pies en una playa desierta. Al pensar en ello, se desprende de su ser mostrándose en armonía con el infinito, y con las variaciones infinitas que reproducen los movimientos agitados de Vladimir.

La palabra lujuria es demasiado indiferente para describir las sublimes contorsiones, los encontronazos firmes y fuertes, que se dan sin dejar de anhelar la eternidad con el más dulce de los temperamentos.

En cualquier caso, le fascina la idea de transmutar la existencia convertida en su musa inspiradora, en su confidente amorosa; en alguien especial a quien confiarle sus más profundas reflexiones, sus filias y sus fobias: en la oyente privilegiada a quien revelarle sin tapujos, sus delirios pasionales.

En su corazón, rodeado de nuevas certezas, nace la necesidad de consuelo, la seguridad manifiesta de abolir todo aquello que le esté vedado, y la urgencia por evitar que le prohíban tal sueño: tentada a reencarnar aquella utopía donde reina sin enemigos el amor acomedido.

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