lunes, mayo 25, 2009

BESO CÁLIDO Y ESPONTÁNEO


Las cosas no podían continuar como estaban. Lilí quería pagarle con la misma moneda, pero no le servía de nada decirse a sí misma que había aprendido lo que significaba resignarse. Su humor podía cambiar con la misma rapidez que cuando era una adolescente. Eso tenía que aceptarlo.


Mientras tanto, Vladimir se había duchado y vestido como un autómata antes de llegar al restaurante donde se habían citado. Parecía tan tenso, con sus hombros tan rígidos y sus ojos tan brillantes, que al advertir su llegada, Lilí giró dándole la espalda y volvió a mirar hacia el ventanal desde donde se podía observar la ciudad iluminada.


La promesa que se había hecho de permanecer serena quedó olvidada cuando Vladimir se apartó bruscamente. El cambio en su expresión había sido demasiado sutil como para ser advertida. Le habría gustado tener la oportunidad de disculparse, de decirle que se arrepentía de todo, desde su comportamiento sospechoso hasta el último arrebato de coraje.


Sin embargo, crecía en ellos un espacio que les hacía anhelar la proximidad que quizá no volverían a tener. Desde que habían vuelto a encontrarse, los dos habían eludido lo que les molestaba hasta quedarse sólo en pensamientos secretos. Había llegado el momento de decirse la verdad. Con voz grave, Vladimir le dijo: no me debes nada, y si te quedas conmigo será por voluntad propia.


Lo sé, y creo que no te echo tanto de menos, contestó ella. Debería de haberse quedado callada, de eso se dio cuenta enseguida. Eso no lo había dicho en serio, por supuesto; tan sólo para ver si Vladimir abandonaba aquella actitud fría y dominante.


Lilí se sentó junto a él y percibió de nuevo esa misma sensación de inquietud. Después de aquel tiempo todavía tenía la capacidad de conmoverla. Se tenían cariño, siempre se lo habían tenido, y se conocían a la perfección. ¿Aún me quieres?, lo cuestionó Lilí mirándolo de frente.


Luego de una breve pausa, suspiró de alivio para sus adentros cuando Vladimir inclinó la cabeza hacia abajo, en señal de franca aprobación antes de que sus labios acabaran rozándose con los de ella en un beso cálido y espontáneo.


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