martes, julio 28, 2009

A CAUSA DE SU FUROR



Era tonificante el aire de la calles y el color del cielo rojizo cuando llegaron al hotel Victoria, entrando por el estacionamiento subterráneo y antes de salir del automóvil, intercambiaron un par de cómplices miradas. Él la tomó sutilmente del brazo tan pronto se abrieron las puertas del elevador y luego la condujo a través del amplio vestíbulo.


De inmediato, les dieron las llaves de la habitación que ya habían reservado. Entonces Lilí le dedicó a su acompañante una generosa sonrisa, en la que incluso sus dientes parecían brillar con natural encanto. Lo que había estado sintiendo los últimos tres meses era lo que la gente llama felicidad; esa satisfacción pura y dulce que tantas personas perseguían sin poder decir lo mismo, a pesar de sus intentos por saborear las emociones de la vida.


Sí, era como la magia del primer amor. Por su parte, Vladimir se sentía muy vivo, lleno de presagios, pues su relación significaba otra oportunidad para cristalizar la dicha que un día había experimentado en carne propia. Tal sentimiento incluía también un deseo desmesurado y obsesivo hacia ella. No pensaba en ninguna otra cosa.


Sabía que si era preciso, la protegería de sus fantasmas, es decir, aquellos pretendientes antiguos que aún la rondaban. Tómatelo con calma, se dijo él mismo. La quería, la deseaba, la adoraba, era lo que verdaderamente le importaba en esos momentos. Al cerrar la puerta con el número 316, brindaron por su compromiso y se desnudaron mutuamente. Vladimir la levantó y la dejó sobre la cama, empujándola hasta situarla sobre los almohadones.


No te detengas cariño, le dijo Lilí en un tenue susurro. Alcanzó la copa de cristal que contenía el vino tinto y dejó caer unas gotas entre sus muslos. Él lo esparció suavemente con sus dedos, en una suerte de caricias circulares. Con su lengua llegó a sus pliegues secretos mientras ella se estremecía y temblaba. Movía su cabeza de un lado a otro sobre su cabello revuelto.


Sintió la intensidad de su orgasmo cuando sus piernas le sujetaron la cabeza, abrazándolo mientras él estiraba sus manos hasta aprisionar sus senos. Así transcurrieron segundos que fueron interminables y así bebió todo el vino sintiendo las contracciones de sus músculos.


En penumbras, Lilí se dirigió hacia el baño moviéndose sigilosamente. Abrió la llave de la regadera y sin pensarlo dos veces, invitó a Vladimir para que la hiciera suya mientras el agua tibia mojaba sus espaldas. Cada vez más fuertes, los gemidos volvieron a escucharse y a causa de su furor, parecía como si la habitación todavía estuviera vibrando.



1 comentario:

Clip dijo...

bufff que escena mas cálida
deliciosamente perfecta

Un saludo !!

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