miércoles, diciembre 02, 2009

EL REENCUENTRO ANHELADO


Vladimir no sabía cuándo podría retornar. Los días transcurrían sumándose a la azarosa sensación de no tener nada claro. Aún se negaba a creer que se hallaba tan lejos de Lilí. Quiso hacerle una llamada de larga distancia, pero se quedó pensando en las excusas que le daría cuando supiera que no volvería tan pronto como él pensaba.


Sumido en el imperio de lo irracional, aquella mañana despertó pensando en ella. Sintió una devastadora ternura al recordarla. Estaba seguro de haber contemplado su silueta mientras dormía. Había sido algo tan inesperado que su misma intensidad anulaba toda capacidad de juicio. Abrió la cartera, contempló su pequeña foto acariciándola con la yema de su dedo índice como si se tratara de un objeto inseparable para desatar al fetichismo.


Por un instante dudó que ella pudiera tenerlo presente en sus pensamientos. Advirtió que si su ausencia se prolongaba podría darle cabida a una tercera persona. No, Lilí no era esa clase de mujer. Se lo repetía constantemente mientras se juraba que no se perdonaría si alguien se interpusiera entre ellos. Por su ventana se asomó al bullicio de las calles para calmar esas conjeturas plagadas de incongruencias que le parecían tormentosas. Tenía tanto tiempo que un suceso no lo perturbaba tanto como esa despedida.


Sin embargo, la firma del contrato había sido todo un éxito. Su reunión con los ejecutivos españoles no podía haber concluido mejor. Estaba conciente de que implicaba un compromiso mayor con la compañía que representaba, pero también sabía que era la confirmación de sus proyectos más ambiciosos. Además, el convenio estaba acompañado de una oferta económica nada despreciable.


Apresuró todos los trámites para llegar lo antes posible y cuando hablaron por teléfono le confirmó que llegaría el próximo fin de semana. El vuelo arribó sin ningún tipo de contratiempos el jueves por la noche. De vuelta a su lugar de origen, lo primero que hizo fue ir a buscarla a su departamento. Quería darle una grata sorpresa, así que se dirigió a verla sin avisarle de su regreso a tierras mexicanas. El asombro se dibujó en su rostro cuando Lilí abrió la puerta y sin decir palabras, se fundieron en una serie de urgentes abrazos.


Su reencuentro anhelado se había cumplido por fin. Una oleada de besos fueron intercambiados en nombre de la dicha que ambos sentían. Dándole mordiscos alrededor del cuello, bajó por su escote y le fue desabotonando la blusa con los dientes hasta dejarla sin ropa. Luego, ella también lo desvistió. Ahora que estaban tan cerca, Vladimir podía absorber su adorable aroma nuevamente. A su lado la existencia era una travesía placentera de la que difícilmente podría volver a privarse.



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