martes, septiembre 29, 2009

EL INGRATO PRECIO DEL AMOR


El amor es tan parecido a las quimeras. Exige mantener una fe inquebrantable, sin oponer justificaciones, sin negarse a su influjo, aunque detrás de las interrogantes que ponen en duda su existencia, se divise la nada absoluta.


Vladimir dejó a un lado sus pensamientos sobre el significado del amor, salió de la piscina y tomó una toalla para secarse. En vez de haberse relajado dentro del agua, le dolían el cuello y los hombros por la gran tensión que se acumulaba en su cuerpo.


Le pidió al chofer que tuviera listo el automóvil lo más pronto posible. Aún tenía que reservar su vuelo a Barcelona, preparar sus documentos, así como el equipaje para dirigirse a esa encomienda especial fuera del país. Debía hacerse cargo de un puesto muy importante y nadie podía sustituirlo en dicha empresa.


Justo al medio día, Lilí recibió hasta su puerta un fastuoso arreglo floral, en cuya tarjeta leyó la siguiente dedicatoria: para mi sensual amada, motivo de la poesía tenaz que corre por mis venas. Espero que te agraden las rosas, necesito que nos veamos pronto, amorosamente tuyo, Vlad.


Decidió marcarle a su celular para darle las gracias. Quedaron de acuerdo en encontrarse en un lugar cercano al aeropuerto. Cuando llegó por ella, la saludó como siempre, abrazándola y dándole un beso estrepitoso. Luego guardó un breve silencio.


Qué pasa, te noto muy raro mi vida—, le preguntó Lilí.


Dentro de unas horas, tendremos que dejar de vernos; es por cuestiones de trabajo, así que no lo tomes como un adiós, sino como un hasta luego, dijo Vladimir. Sé que durante mi ausencia estarás en mi memoria—, agregó con un matiz confesional.


Escuchar eso no le servía de mucho, ni le hacía gracia, aunque por un instante, deseó con todas sus fuerzas que sólo se tratara de una broma. No podía dejar de mirarlo con profundo recelo, poniendo en duda la honestidad de sus últimas palabras.


Con la mente nublada, se detuvo un segundo antes de contestarle, pero no podía hablar, así que sólo alcanzó a pronunciar entre sollozos un te amo. Estaba sumamente abatida; se sentía desplazada por las recientes circunstancias. Víctima de un sentimiento innombrable, Lilí aspiró hondo, pero no pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas.


Entonces comprendió que ese era el ingrato precio del amor y que al final de cuentas, tendría que aceptar esa condición por más que le doliera el alma. Quizá por eso lo besó sin querer separarse de él, pues sabía que no podría pasar mucho tiempo sin que empezara a extrañar esos mismos labios que ahora consumaban su vertiginosa despedida.


jueves, agosto 27, 2009

SUBYUGAR A UN HOMBRE



Despertaron más tarde de lo que ambos habrían querido. Se detuvieron un momento en el umbral de su camarote, pensando en lo que harían unos segundos después. Era casi medio día, así que se vistieron con la ropa más cómoda que hallaron en su equipaje para salir a dar un paseo por los muelles del puerto. Afuera, el sol caía a plomo sobre las pieles de los demás turistas y las olas del mar se estrellaban contra las rocas.


Buscaron un lugar alejado del bullicio de los niños, donde el ambiente silencioso y tranquilo de la naturaleza les ayudara a serenarse. Aún estando cerca de las palmeras, la brisa de Marsella resultaba sumamente calurosa, sobretodo durante esa época del año. Recostados bajo una amplia sombrilla, Vladimir y Lilí alcanzaban a divisar cómo partían los barcos pesqueros rumbo al horizonte oceánico.


Aunque ella se había cepillado cuidadosamente el cabello, el viento hacía de las suyas una y otra vez hasta despeinarla. Con suma delicadeza, él acomodó sus rizos detrás de sus oídos y le despejó el rostro. Descalzos, corrieron hacia la orilla de la playa. Dejando un sendero de efímeras huellas, quedaron detrás las marcas de sus pies en la arena de la costa. Sin duda, tomar aquel crucero había sido la mejor experiencia para vacacionar.


Disfrutando el mismo atardecer, a Vladimir se le ocurrió preguntar en qué pensaba para romper ese incómodo silencio. Esa constante pregunta ponía a prueba su paciencia, pero de pronto la voz de su corazón era clara e insistente. Sentía que algo estaba naciendo en su interior. Ella lo miró con ternura, inclinando la cabeza y acercándose a él, se aferró a su cuello en un cálido abrazo.


Entonces, Lilí se atrevió a revelarle sus pensamientos. Quiero que seas el padre de mis hijosalcanzó a decir con una voz entrecortada por la emoción. Vladimir la tomó de las manos y se las llevó a los labios, besándolas en un par de ocasiones.


Tratándose de eso querida, yo no tengo ningún inconvenientele aseguró, con tal de convencerla, pues en el fondo también deseaba darle los mejores años de su existencia, compartirlos a su lado y afianzarse hasta lograr una familia.


Por la noche, bailaron juntos al compás de la música romántica en la estancia de su compartimiento. Mientras le daba el visto bueno a la cena, Lilí admiró sus modales tras degustar una exquisita langosta, acompañada de una botella de vino. Luego, se juraron fidelidad una vez más e hicieron el amor con las luces encendidas. Para ella, no existía otra forma más placentera de subyugar a un hombre.



martes, julio 28, 2009

A CAUSA DE SU FUROR



Era tonificante el aire de la calles y el color del cielo rojizo cuando llegaron al hotel Victoria, entrando por el estacionamiento subterráneo y antes de salir del automóvil, intercambiaron un par de cómplices miradas. Él la tomó sutilmente del brazo tan pronto se abrieron las puertas del elevador y luego la condujo a través del amplio vestíbulo.


De inmediato, les dieron las llaves de la habitación que ya habían reservado. Entonces Lilí le dedicó a su acompañante una generosa sonrisa, en la que incluso sus dientes parecían brillar con natural encanto. Lo que había estado sintiendo los últimos tres meses era lo que la gente llama felicidad; esa satisfacción pura y dulce que tantas personas perseguían sin poder decir lo mismo, a pesar de sus intentos por saborear las emociones de la vida.


Sí, era como la magia del primer amor. Por su parte, Vladimir se sentía muy vivo, lleno de presagios, pues su relación significaba otra oportunidad para cristalizar la dicha que un día había experimentado en carne propia. Tal sentimiento incluía también un deseo desmesurado y obsesivo hacia ella. No pensaba en ninguna otra cosa.


Sabía que si era preciso, la protegería de sus fantasmas, es decir, aquellos pretendientes antiguos que aún la rondaban. Tómatelo con calma, se dijo él mismo. La quería, la deseaba, la adoraba, era lo que verdaderamente le importaba en esos momentos. Al cerrar la puerta con el número 316, brindaron por su compromiso y se desnudaron mutuamente. Vladimir la levantó y la dejó sobre la cama, empujándola hasta situarla sobre los almohadones.


No te detengas cariño, le dijo Lilí en un tenue susurro. Alcanzó la copa de cristal que contenía el vino tinto y dejó caer unas gotas entre sus muslos. Él lo esparció suavemente con sus dedos, en una suerte de caricias circulares. Con su lengua llegó a sus pliegues secretos mientras ella se estremecía y temblaba. Movía su cabeza de un lado a otro sobre su cabello revuelto.


Sintió la intensidad de su orgasmo cuando sus piernas le sujetaron la cabeza, abrazándolo mientras él estiraba sus manos hasta aprisionar sus senos. Así transcurrieron segundos que fueron interminables y así bebió todo el vino sintiendo las contracciones de sus músculos.


En penumbras, Lilí se dirigió hacia el baño moviéndose sigilosamente. Abrió la llave de la regadera y sin pensarlo dos veces, invitó a Vladimir para que la hiciera suya mientras el agua tibia mojaba sus espaldas. Cada vez más fuertes, los gemidos volvieron a escucharse y a causa de su furor, parecía como si la habitación todavía estuviera vibrando.



domingo, junio 28, 2009

ESE MAGNETISMO ATRAYENTE


Si miraba hacia atrás, podía darse cuenta del tiempo que había pasado desde que llegó a enamorarse locamente de él, como de un ángel inocente, dulce y generoso. Sabía que podía prometerle todo lo que ella quisiera, pero en el fondo había aprendido que en el amor la palabra “siempre” no significa nada. Sería suya de nueva cuenta, pero bajo sus propias condiciones, no cuando él lo deseara.


Después de cenar en un romántico restaurante donde sólo acudían parejas a degustar platillos exóticos, brindaron por la agradable velada y platicaron animadamente de sus planes futuros. Lilí aspiró hondo y pensó que ambos podrían recuperar todo aquello que habían compartido una vez.


Vladimir vestía un traje gris perla y una camisa blanca con rayas muy finas que acentuaban el tono bronceado de su piel y su barba de candado. Ella portaba con elegancia un vestido de seda con un diseño sencillo que ceñía provocativamente las curvas delicadas y los intrigantes rincones de ese cuerpo divino.


Si Vladimir podía ser cruel y arrogante, entonces ella haría lo mismo. Si por el contrario, la colmaba de halagos, no tardaría en dar su brazo a torcer. La tensión nerviosa la devolvió a la realidad. La distancia emocional era su única defensa, así que se pondría al mismo nivel que él, tratando de mantenerse a salvo.


Sin embargo, reconoció para sus adentros que sólo bastaría que Vladimir pronunciara la palabra adecuada cerca de sus oídos para que se derritiera entre sus brazos como la nieve del ártico en pleno verano. No tenía la certeza absoluta de eso, pero lo había intuido de inmediato cuando estuvo tan cerca de él como para recordar ese magnetismo atrayente que era capaz de provocarle.


“Juega bien tus cartas, convéncelo de que serás la esposa perfecta y el compromiso matrimonial durará para el resto de tu vida”, le dictaba su conciencia mientras él miraba el sendero que formaban sus lunares hacia su pronunciado escote, adornado sutilmente por su collar de brillantes preferido.


lunes, mayo 25, 2009

BESO CÁLIDO Y ESPONTÁNEO


Las cosas no podían continuar como estaban. Lilí quería pagarle con la misma moneda, pero no le servía de nada decirse a sí misma que había aprendido lo que significaba resignarse. Su humor podía cambiar con la misma rapidez que cuando era una adolescente. Eso tenía que aceptarlo.


Mientras tanto, Vladimir se había duchado y vestido como un autómata antes de llegar al restaurante donde se habían citado. Parecía tan tenso, con sus hombros tan rígidos y sus ojos tan brillantes, que al advertir su llegada, Lilí giró dándole la espalda y volvió a mirar hacia el ventanal desde donde se podía observar la ciudad iluminada.


La promesa que se había hecho de permanecer serena quedó olvidada cuando Vladimir se apartó bruscamente. El cambio en su expresión había sido demasiado sutil como para ser advertida. Le habría gustado tener la oportunidad de disculparse, de decirle que se arrepentía de todo, desde su comportamiento sospechoso hasta el último arrebato de coraje.


Sin embargo, crecía en ellos un espacio que les hacía anhelar la proximidad que quizá no volverían a tener. Desde que habían vuelto a encontrarse, los dos habían eludido lo que les molestaba hasta quedarse sólo en pensamientos secretos. Había llegado el momento de decirse la verdad. Con voz grave, Vladimir le dijo: no me debes nada, y si te quedas conmigo será por voluntad propia.


Lo sé, y creo que no te echo tanto de menos, contestó ella. Debería de haberse quedado callada, de eso se dio cuenta enseguida. Eso no lo había dicho en serio, por supuesto; tan sólo para ver si Vladimir abandonaba aquella actitud fría y dominante.


Lilí se sentó junto a él y percibió de nuevo esa misma sensación de inquietud. Después de aquel tiempo todavía tenía la capacidad de conmoverla. Se tenían cariño, siempre se lo habían tenido, y se conocían a la perfección. ¿Aún me quieres?, lo cuestionó Lilí mirándolo de frente.


Luego de una breve pausa, suspiró de alivio para sus adentros cuando Vladimir inclinó la cabeza hacia abajo, en señal de franca aprobación antes de que sus labios acabaran rozándose con los de ella en un beso cálido y espontáneo.


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